En primer lugar, en un cuenco pequeño disolvemos una cucharadita de azúcar en el agua templada, añadimos la levadura y dejamos reposar durante unos 10 minutos hasta que se haya formado una capa espumosa en la superficie (si esto no sucediera, significaría que la levadura está pasada y tendríamos que desecharla).
Mientras tanto, en el cuenco de nuestra amasadora, equipada con el accesorio de pala, (o en un cuenco grande aparte y una cuchara de madera) mezclamos 390g (3 cups) de la harina, el azúcar restante (50 g / ¼ cup) y la sal.
Seguidamente, hacemos un hueco en el centro de la mezcla anterior y añadimos los dos huevos enteros, la yema de huevo (la clara la reservaremos en el frigorífico para más adelante) y el aceite y mezclamos a velocidad baja hasta que queden bien combinados.
A continuación, vertemos la levadura (punto 1) y mezclamos, igualmente a velocidad baja, hasta integrar.
En caso de utilizar la amasadora, cambiamos ahora el accesorio de pala por el gancho de amasar (si vamos a amasar a mano, colocamos la masa sobre una superficie de trabajoligeramente enharinada) y amasamos durante unos 6-8 minutos (8-10 si lo hacemos a mano) hasta conseguir una textura suave y elástica que se despegue fácilmente del cuenco (o de las manos) y se mantenga compacta en una bola sin deformarse. Si fuera necesario, iremos añadiendo un poco más de harina, una cucharadita cada vez, durante el amasado hasta conseguir la consistencia deseada.
Engrasamos ligeramente un cuenco amplio con aceite vegetal (podemos volver a usar el empleado durante el amasado después de haberlo lavado y secado por completo) y colocamos nuestra bola de masa. Cubrimos con film transparente, bien ajustado, y dejamos levar la masa de cualquiera de las dos formas siguientes: - Refrigeramos durante toda la noche (los levados lentos y en frío aportan un sabor más pronunciado a la masa final); a la mañana siguiente, retiramos y dejamos que se aclimate a temperatura ambiente dentro del cuenco durante unos 30-60 minutos hasta que haya doblado su volumen. O bien, - Colocamos nuestro cuenco en un lugar cálido y alejado de las corrientes de aire durante unas 1½ - 2 horas hasta que duplique su volumen.
Cuando estemos preparados para trenzar nuestro challah, colocamos la masa sobre una superficie ligeramente enharinada y la desgasamos presionando unas cuantas veces con los nudillos. Dejamos reposar unos 10 minutos cubierta con un paño limpio de algodón.
Con ayuda de una rasqueta de panadero o un cuchillo largo y bien afilado, dividimos la masa en 4 partes iguales (para realizar este paso, es muy útil contar con una báscula de cocina, aunque tampoco es imprescindible que sean exactamente iguales).
A continuación, amasamos cada porción de masa (mientras, conviene mantener el resto de porciones cubiertas con un paño para que no se sequen), estirándola con las palmas de las manos hasta conseguir un cabo de unos 40 cm (16") de largo aprox. (Si la masa se resistiera al amasado y encongiera, la dejaremos reposar otros 5 minutos y volveremos a intentarlo pasado este tiempo.)
Seguidamente, colocamos los cuatro cabos de nuestra trenza en paralelo y unimos los extremos superiores con las yemas de los dedos. El trenzado con 4 cabos es muy sencillo; cogemos el cabo de la derecha (o de la izquierda si hay algún zurdo) y lo pasamos por encima del que está junto a él, por debajo del siguiente y por encima del último. Y repetimos el mismo patrón hasta llegar al final. Hemos de procurar que queden más bien holgados, aunque unidos (la masa se expandirá durante el siguiente levado y durante el horneado y necesita espacio), sin estirar ni apretar demasiado.
Una vez hayamos llegado al final, pinzamos los 4 cabos con los dedos al igual que al inicio y remetemos ambos extremos bajo el pan formado.
Como si se tratara de un cojín, colocamos las manos en ambos extremos de nuestro pan y lo "mullimos" ligeramente para que tome forma y quede más o menos simétrico y ahuecado.
Colocamos nuestro challah sobre la bandeja del horno, previamente recubierta con papel vegetal de hornear, y lo espolvoreamos con un poco más de harina por toda la superficie.
Cubrimos con un paño de cocina y dejamos levar durante 1 hora aprox. en un lugar cálido y alejado de las corrientes de aire hasta que doble su volumen.
Unos 20 minutos antes de que finalice este segundo y último levado, precalentamos el horno (eléctrico) a 175ºC (350º F).
Una vez levado nuestro pan, batimos la clara de huevo sobrante junto con una cucharada de agua y, con mucho cuidado de no pinchar la masa recién levada, embadurnamos toda la superficie y bordes de nuestro pan con ayuda de un pincel de repostería, haciendo especial hincapié en los pliegues.
Colocamos la bandeja del horno a media altura y horneamos durante unos 30-35 minutos, hasta que haya adquirido un intenso tono dorado y suene a hueco al golpear sobre la base.
Dejamos enfriar sobre una rejilla antes de cortar y consumir. No hay nada como el pan recién horneado, pero éste en concreto se conserva, a temperatura ambiente, bien envuelto resguardado del aire, durante varios días.
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